Noche antes del viaje. Maleta en el suelo abierta de par en par. Armarios igualmente abiertos. Luces encendidas por todas las habitaciones donde crees que vas a necesitar coger algo. Tú de pie delante de la maleta con los brazos cruzados pensando por donde vas a empezar a llenar el maletón. Piensas “solo me voy unos días” así que empiezas a llenarla creyendo que te va a caber todo. Comienzas por los accesorios del baño: shampoo, crema, gel, loción hidratante, cepillo de dientes, exfoliante para la cara, la crema para después del exfoliante, desodorante… y así sucesivamente. Cuando lo tienes guardado en los numerosos neceseres, lo metes en la maleta y empiezas a echar kilos de ropa encima haciendo uso de la coletilla “por si”, que “por si” se usa para todo: “por si llueve”, “por si me mancho”, “por si hace calor”… igualmente pasa con los zapatos “por si voy a la piscina”, “por si salimos por la noche”… Así terminas llenando la maleta hasta sus límites y la cierras, como no, sentándote encima y haciendo fuerza mientras que intentas meter los bordes de ropa que sobresalen para poder cerrar las cremalleras. Todo un espectáculo.
Bueno, parece que todo está dentro.
A la mañana siguiente te metes en a ducha para salir bien despejada para el viaje. Cuando estás dentro desnuda y con frío te das cuenta que no tienes ni shampoo ni crema ni gel ni cepillo de dientes ni ¡nada!... t
odo está en la maleta. Te sales con la toalla liada, abres con cuidado de que no exploten las cremalleras y recuerdas con una mueca irónica de “que gracia” que ayer metiste todo eso lo primero, por tanto están debajo de los varios kilos de ropa. Lo sacas todo, coges lo necesario y te vuelves a meter en la ducha, aunque con un poco menos de buen humor.
Ya vestida, arreglada y con todo listo piensas en que se te olvida algo pero no sabes que es. No le das importancia y sales de casa arrastrando un equipaje del que la gente cuando lo ve no dice “solo se vas unos días” sino “se vas de mudanza”: el bolso, la maleta, la bolsa de mano (que por muy grande que sea la maleta no se como siempre terminamos llevando lo que no nos cabe en una bolsita aparte).
A la mañana siguiente te metes en a ducha para salir bien despejada para el viaje. Cuando estás dentro desnuda y con frío te das cuenta que no tienes ni shampoo ni crema ni gel ni cepillo de dientes ni ¡nada!... t

Ya vestida, arreglada y con todo listo piensas en que se te olvida algo pero no sabes que es. No le das importancia y sales de casa arrastrando un equipaje del que la gente cuando lo ve no dice “solo se vas unos días” sino “se vas de mudanza”: el bolso, la maleta, la bolsa de mano (que por muy grande que sea la maleta no se como siempre terminamos llevando lo que no nos cabe en una bolsita aparte).
Por fin llegas al aeropuerto y cuando te estas tomando el café de espera para embarcar te acuerdas… “¡No puede ser… EL CARGADOR DEL MÓVIL!”

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